
Entender mi naturaleza de madre, implica verme desde tu interior. No hay otro camino.
El carpintero construyó primero yendo al lugar desde donde pudo imaginar y crear. Ver todo, lo lejano y lo cercano. Aquí, corazón, alma y vista son lo mismo.
Busca abrir la visión en el hombre, que no se acorte su perspectiva, que no se limite su campo en la persecución de la ilusión de creer que realmente esta mirando. Mi niño, abre tus ojos y enseña a ver, que si todos miran, el vacío toma forma y Dios puede condensarse en vosotros.
El carpintero construyó primero yendo al lugar desde donde pudo imaginar y crear. Ver todo, lo lejano y lo cercano. Aquí, corazón, alma y vista son lo mismo.
Busca abrir la visión en el hombre, que no se acorte su perspectiva, que no se limite su campo en la persecución de la ilusión de creer que realmente esta mirando. Mi niño, abre tus ojos y enseña a ver, que si todos miran, el vacío toma forma y Dios puede condensarse en vosotros.
La claridad esta en el lugar desde donde nos paramos a ver. Mírame desde ti, y los colores se harán más brillantes. Desaparecen los puntos de vista. Tú y yo vemos lo mismo. No es blanco para mi ni negro para ti, solo es, porque ambos lo vemos desde el mismo lugar.
¿De donde crees que surge la vitalidad que te alimenta diariamente? Hijo mío, para brillar debes volver por tus pasos.
¿Desde donde piensas que nos iluminamos? Volviendo a ver el mundo, desde lo más profundo de ti, encontrando eso que conecta al padre con el hijo, al hijo con la madre, a la madre con su expresión de vida y con todos aquellos que moran sobre ella.
Eso es mirar desde el lugar correcto, eso te indicará que has comenzado abrir los ojos nuevamente.
Estoy aquí, mi niño del cielo, sintiendo tus ojos que buscan mi aprobación y mi contención. Tu madre nunca se ha ido, tal vez le has cerrado los ojos y no te permites verla.
Respira y palpítame, abre los ojos del alma para que este olvido que te guió por los caminos del sueño, te despierte y te muestre que mi niño es tan grande y eterno como su madre.
Cuando vuelvas a ver, veras que nos parecemos. Te voy a sonreír como lo he hecho durante milenios, pero sabré que has vuelto a notar mi sonrisa.
Eso es ver, realmente ver con tus ojos.
Ahora vuelvo abrazarte desde ese lugar donde estoy esperándote, desde ese lugar donde estas… solo debes abrir los ojos.
¿De donde crees que surge la vitalidad que te alimenta diariamente? Hijo mío, para brillar debes volver por tus pasos.
¿Desde donde piensas que nos iluminamos? Volviendo a ver el mundo, desde lo más profundo de ti, encontrando eso que conecta al padre con el hijo, al hijo con la madre, a la madre con su expresión de vida y con todos aquellos que moran sobre ella.
Eso es mirar desde el lugar correcto, eso te indicará que has comenzado abrir los ojos nuevamente.
Estoy aquí, mi niño del cielo, sintiendo tus ojos que buscan mi aprobación y mi contención. Tu madre nunca se ha ido, tal vez le has cerrado los ojos y no te permites verla.
Respira y palpítame, abre los ojos del alma para que este olvido que te guió por los caminos del sueño, te despierte y te muestre que mi niño es tan grande y eterno como su madre.
Cuando vuelvas a ver, veras que nos parecemos. Te voy a sonreír como lo he hecho durante milenios, pero sabré que has vuelto a notar mi sonrisa.
Eso es ver, realmente ver con tus ojos.
Ahora vuelvo abrazarte desde ese lugar donde estoy esperándote, desde ese lugar donde estas… solo debes abrir los ojos.
Gaia / A través de Juan Manuel